lunes, 23 de febrero de 2015

Artistas infravalorados

En el cielo está el límite.
El nuestro no.

Nos convertimos
en el círculo perfecto
que pasa más allá del cielo
para volver a empezar
desde abajo.

Metiendo la pata hasta el fondo
y mi mano en tus bragas,
también hasta el fondo.

Recuerdo la tercera vez que nos vimos
desde que nos hicimos
héroes en el metro
dirección ninguna parte.

Yo me dormía despierto
como de costumbre
para poder soñar contigo
cuando aún no habías llegado.

Íbamos a lo que íbamos
y veníamos de ya no me acuerdo donde,
demasiadas horas de sueño perdidas
en ti.

El invierno parecía menos invierno
desde que llegabas a rodearme
con tus arquetipos de pinturas perfectas
y tus artistas pocos valorados.

Paseábamos por pasear
y por no dar envidia a toda esa gente
que estaba a nuestro alrededor
esperando a quien sabe cuál
de las peores personas que existen.

En un abrir y cerrar de boca
entre beso y beso
ya era de noche
y la luna nos quemaba
por tener complejo de sol en verano.

Nos sosteníamos por el mero hecho
de que caernos nos llevaría al desastre emocional
y no físico, aún así, nos dejamos caer
imitando a las hojas de los árboles en Otoño
y a mis pantalones quince minutos después.

Tardamos menos de lo esperado,
como siempre
en llegar al lugar con las condiciones optimas
para dejar volar la imaginación y la ropa.

Fuimos corriendo
sabiendo que era así como íbamos a acabar,
sin importar el que dirán
de dos estúpidos que se saltan los semáforos en rojo
(Por una vez te hice caso)

Nos maquilló la vergüenza
y las ganas que teníamos de ser felices,
así que lo último que nos quitamos
fue la angustia de que no hubiera pasado antes.

Yo derrochaba mi energía en ti
y tú en mi,
nos hicimos un nosotros en mayúsculas
y formamos un circulo de energía constante.

Bueno, todo dependía de la forma
en qué queríamos besarnos.

De repente me convertí en poeta
y decidí rimar todos los labios de tu cuerpo.

Derretirme encima de ti
lo convertí en deporte nacional,
pero solo ocurría en tu territorio, tranquila.

Yo soy fiel a mi bandera y a los labios que saben besarme.

Lo nuestro debería venir incluido
en el manual de
“Como hacer para que te envidien hasta los muebles”.

Me gustaba todo lo que estaba pasando
excepto que sabía que había un fin
y que no tenía seguro que volviera a haber un principio.

“No te vayas”
Me decías, y yo me iba
para que me agarraras del brazo
y volviéramos a maquillarnos de vergüenza.

Así me aseguraba siempre nuestro principio.

Estoy seguro de que si Dalí nos hubiera visto
seríamos los protagonistas de uno de sus cuadros.

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