Los niños
son felices
porque son niños
y aún no conocen
la muerte.
La muerte
es infeliz
porque sabe
que existe la vida
y que aún no te tiene.
Me iba perdiendo
y perdiendo
te encontré
entre las sábanas blancas
de un amanecer
que sin querer
se convirtió
en la película
ausente
de todo premio.
Por la noche
nos dimos cuenta
de que era imposible
recorrer toda tu espalda
porque iba haciendo parones
en cada lunar
o rincón que me encontraba.
Creé un camino
que no existía en GPS
y que sólo lo conocían mis labios.
Era un privilegiado
sin limusina
yendo a pie
por las contraesquinas de tus estrías
y hundiéndome
cada vez más
en los huecos
de tus costillas.
Tu espalda
dejó de ser sólo
tu espalda
para convertirse
en lugar de culto y visita
de diferentes seres.
Me pido primer gobernante
de la parte inferior
de tu nuca para comenzar
la guía que todos quieren
tener y que hasta ahora
sólo unos pocos han descubierto.
Mis manos van primero
casi no tocando tu piel
para no latismarla
pero tocándola lo suficiente
para que se erice
y pueda observar
como los poros
gritan desconsoladamente:
¡Guíanos a los acantilados
del placer!
Hasta tu piel se quería
acostar contigo.
¿Pero cómo quieres
que le sea fiel a tu espalda
cuando tu cadera
me está pidiendo un beso
a gritos?
Eso es como pedirle
a un cantautor
que sólo
toque su instrumento.
Ya sabes
que en nuestra cama
es verano
siempre que queramos.
Deja el invierno
y
ven
a
nuestro
propio
verano.